Calma que no es calma.
24/05/2020
He dejado pasar estos días para escribir. Aún recuerdo cómo iba a iniciar mi entrada al diario de la semana pasada: "Escribir se ha convertido en una especie de obligación en este ejercicio". Por eso no lo hice. Por eso me dejé sumergir en mis pensamientos; hacerlos solo míos. Ahora, con mis dedos sobre el teclado, las ideas permanecen ocultas. Quisiera escribir algo interesante, jugar con las palabras, que dancen misteriosamente al ritmo que marque mis deseos...pero no sé bien qué es lo que siento. Una extraña calma, pero no es calma. Es como si después de haber llegado al clímax simplemente te sintieses suspendidx en el tiempo. Sabes que todo transcurre a tu alrededor, las cosas siguen su rumbo pero tú, solo eres un observadxr. Pero sólo así, te das cuenta de los cambios que suceden a tu alrededor. Te das cuenta que lo que era rígido y firme como el roble se enternece, se suaviza. Sientes nostalgia, sientes dolor, melancolía pero entiendes que debes dejar que fluya la vida. La vida se vuelve frágil, los ojos encendidos de pronto se apagan y cuando te observan te desarman el alma. Sientes miedo, todo cambia. Lo que era ya no es...pero lo triste no es eso, lo jodido es que no da aviso, simplemente pasa. Tienes que adaptarte para no dejarte hundir o aprender a respirar bajo el mar aunque te sientas ahogar. De todas maneras sabes que el aroma de lo que fue te seguirá en cada recuerdo, en cada caricia, en cada cicatriz, en cada palabra dicha o no dicha, en cada mirada, en cada sonrisa, suspiro, en cada calle, en cada avenida. Ahora, mi refugio está en las palabras...pero no en las que escribo sino en las que leo. Con desesperación intenté encontrar en ellas respuestas cuando sólo necesitaba abrigo. La tormenta no pasa, el mundo sigue hecho una porquería, el vacío no cesa...y quizá no cese para cuando amanezca. Esta extraña sensación a calma que no es calma no sé por cuánto más permanezca. Quizá no necesite respuestas, quizá lo que necesite es descansar bajo la tormenta, hundirme de ser necesario para aprender a nadar, perderme en la arena y no mirar atrás, dejar que la mar borre lo que tenga que borrar. Guardar en el corazón, cada destello de luz y de oscuridad que se pueda presentar. Al fin, y al cabo, somos eso. Somos luz, somos oscuridad; somos claridad, somos sombra; somos atardeceres, somos tempestades. Somos historia desde la planta de nuestros pies, los roces en nuestra piel, hasta los cabellos de nuestra cabeza.
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